Fundamentos y enfoques del currículo: ¿Por qué enseñamos lo que enseñamos?
Antonio Bolívar
(Universidad de Granada)
Tal y como se ha dialogado en este primer coloquio, la escuela no es el único transmisor de información como lo era antiguamente. Por tanto, se deduce que el proceso de enseñanza y aprendizaje debe ser ampliado a las familias, el contexto cercano del alumnado y el día a día en el que vive. Esta idea me sitúa en mi trabajo como maestra en un centro educativo, en el que se procura involucrar a las familias con actividades para casa, encuentros en el colegio, tutorías y entrevistas. No obstante, se me queda corta la relación establecida entre ambas entidades. Me surge la inquietud de poder investigar acerca de posibles proyectos o dinámicas en las que ambos organismos puedan cooperar y remar en una dirección. Aquí se puede hacer referencia al concepto de innovación, entendida como la práctica conjunta de educación entre familia y escuela, sin reducir dicha unión a meros encuentros formales de intercambio de información.
Por otro lado, después de reflexionar con el artículo
y tras la conversación con Antonio Bolívar, sigue resonando en mí la idea de
que el curriculum se consideraba como los programas establecidos para trabajar
en el centro, aquello que ponía en el libro. Refiero a consideraba como una
acción pasada que debería radicarse actualmente, debería. Al plantearnos qué es
el curriculum escolar en un primer contacto con este módulo, fui una de las que
refería al conjunto de objetivos, competencias, contenidos, metodologías y
evaluaciones propias de un centro. Descubro que estaba parcialmente equivocada.
No solo se incluyen esos conceptos sino que es necesario aludir al contexto del
alumno, a sus necesidades específicas a su vivencia personal. De manera que sea
la escuela la que se adapte a los entornos que encuentre en sus educandos.
Consecuentemente, el curriculum no debe ser igual para
todos. Idea que cambia en mi pensamiento, ya que los contenidos establecidos
por la legislación proponen un conjunto de mínimos exigibles iguales para todos
los alumnos. Por ello, algo estamos haciendo mal. En referencia a este aspecto,
me gustaría reflejar la idea que propone Bolívar de “acoger” la diferencia, no
para incrementarla sino para tratar de sacar el máximo partido posible al
contexto en el que viven nuestros alumnos.
Sigo teniendo frentes abiertos y tal y cómo se
comentaba en el coloquio, estas son las cuestiones más relevantes en el mundo
educativo. Entre ellas, quiero citar una que sigue rondando en mi cabeza. Si el
conocimiento no está partido, sino que todo está relacionado, ¿por qué seguimos
separando dicho conocimiento en materias parcelando la información en bloques
diferenciados? ¿Por qué los libros de texto, aunque se digitalicen y se
incorporen las nuevas tecnologías, siguen estando divididos en unidades? Estas
cuestiones las aterrizo directamente en mi práctica profesional. En mi centro
se apuesta por el aprendizaje basado en proyectos y la enseñanza curricular de
manera interdisciplinar. No obstante, se sigue parcelando, el horario continúa
dividido por materias y siguen estando presentes los profesores especialistas.
Finalmente, me llevo la idea de aplicar las
competencias clave para la vida en el día a día del aula. Quiero seguir
investigando acerca de estrategias, herramientas y metodologías que permitan
mantener actualizados los contenidos. Ligado irrevocablemente al método de
evaluación, en el que pueda aplicarse el “saber hacer” por encima de la
demostración de conocimientos. Tomando como referencia la alusión de Bolívar:
“Cambiar el modo en el que se enseña implica cambiar el modo en el que se
evalúa”. Asimismo, en consonancia con esta última propuesta, quiero conocer más
acerca de la educación francesa buscando así un horizonte común que permita
adaptar el proceso de enseñanza.